¿Queremos no crecer nunca?

Seguramente alguna vez hemos pensado, o pensaremos en el futuro, cuando la edad nos traiga las consecuencias de la oxidación y el deterioro, que qué hubiera ocurrido si volvieramos a ser jóvenes, o, en el peor de los casos (y esto lo digo yo) si nunca hubieramos crecido.
Esto le pasa a esta niña, que el próximo Enero cumplirá los 16 años pero su cuerpo la obliga a tener eternamente apenas 1 ó 2 años. Ella siempre está allí, en su cuna, o en su hamaca, mientras ve envejecer a sus padres, ve morir a sus abuelos, y cómo la vida continúa su trágica existencia mientras ella permanece, cual Dorian Grey, en una cúpula de eterna existencia.
Sí, seguro que alguna vez echaremos de menos nuestra infancia, ese tiempo eterno sin complicaciones, sin problemas laborales, sin peleas ni disgustos, pero la verdad es que no nos damos cuenta de todo lo que nos hubieramos perdido en ese intervalo, la posibilidad de ir al cine, de fijarnos en un/a chico/a, de pedirle salir (con ese nudo en la garganta que casi nos impide hablar), de la época de exámenes, del día que nos dan el título, y de ese primer día que salimos a buscar trabajo... sí, la vida tiene muchos inconvenientes, pero también da muchas alegrías. Pues todo eso nos lo habríamos perdido, como se lo perderá brooke porque nunca tendrá la posibilidad de hacerse mayor, de crecer, de enamorarse.. de vivir.
Ser un niño eterno no tiene nada de divertido. Es mejor vivir y equivocarse a no equivocarnos nunca.
Siento mucho el caso de Brooke, como el de todos esos niños que sufren alguna enfermedad degenerativa o rara, sobre las que apenas hay investigaciones y casi ninguna cura, y cuyas familias tienen que luchar contra la marea que les arrastra de una sociedad que parece querer olvidarlos en su desgracia. Desde estas líneas aprovecho para hacer una llamada a esa sociedad dormida, para que desde todos los ámbitos luchemos por ayudar a esas familias que tienen algún miembro (sobre todo doloroso es cuando se trata de un niño/a) con alguna enfermedad rara o de la que apenas se conoce nada. Sin duda hace falta investigación, hacen falta profesionales encargados de paliar sus consecuencias, y en definitiva, hace falta que la sociedad tome conciencia de este problema, y entre todos hagamos un tejido de ayuda y comprensión.
En fín, que es un sentimiento contradictorio ver una eterna niñez en un cuerpo condenado a sufrirla, ser niño, esa alegría inmensa para las familias, se convierte en un castigo divino en éste caso.

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