El misterio de Miguel Mañara













  Hoy me he levantado poeta, o historiador, o curioso, o tal vez un poco de todo. El caso es que quería poneros y comentar con vosotros unos cuantos poemas que relacionaban infancia, su pérdida o su recuerdo, con la propia vida, pero al ir a leer el primero: "Retrato" del insigne Antonio Machado, me he encontrado con un término o un apellido que me ha llamado la atención por su desconocimiento: Mañara, arquetipo de un Don Juan corredor y corcel de buenos vinos y lujurioso adonis de jóvenes y enamoradizas mujeres de su tiempo, y me he puesto a investigar su origen, para poneros un poco en antecedentes os recuerdo el comienzo de dicho poema.

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

   Y quién fué éste Mañara que Antonio Machado destaca como ejemplo de figura seductora. La verdad es que investigando un poco me temo que mal ejemplo eligió don Antonio. Miguel Mañara fué un Sevillano cuyos origenes se remontan a una destacada familia sevillana proviniente de la isla de Córcega. De familia muy piadosa desde joven tuvo a su padre encima suyo para inculcarle sus ideales religiosos, hecho éste que le llevaron a tener inclinaciones muy piadosas. Se casó joven por poderes, a los veintiún años, en Agosto de 1648, 4 meses después de la muerte de su padre, con Dña. Jerónima María Antonia Carrillo de Mendoza y Castrillo, nacida en Guadix en 1628, a quién se dedicó por entero y al parecer en absoluta felicidad y fidelidad.
   El 17 de Septiembre de 1661 muere su esposa, sin haber tenido descendencia, lo cual le llevó a un periódo de profunda reflexión espiritual. Durante ésta etapa de su vida se retiró al eremitorio carmelita del desierto de las Nieves. Lugar éste dedicado a la contemplación pura. Allí se dedicó en cuerpo y alma a la oración y la penitencia y se produjo lo que se ha venido en llamar su conversión y la decisión de dedicar su vida a Jesucristo.
   Pero en esos momentos se encontraba sumido en una etapa vital de inseguridad plena y le invadía una profunda desolación personal, no sabía bien qué hacer con su vida, en éste estado de confusión decidió volver a Sevilla, después de pasar un tiempo en Madrid, donde se sumergió durante varios meses en una profunda soledad. Nada parecía consolarle, y a pesar de su posición y de su holgada situación económica vivía en una inconsolable desesperación.
   Fue durante éste periódo, según cuenta su primer biógrafo, el padre Juan de Cárdenas, cuando una calurosa tarde de 1662, paseando a caballo por la ribera del Guadalquivir, el buen D. Miguel se vino a encontrar con un grupo de hombres, encabezado por el entonces hermano mayor de la Hermandad de la Santa Caridad, Don Diego de Mirafuentes, con quien se detuvo para charlar un momentos, conversación que al parecer condujo a D. Miguel a interesarse por la labor que éstos hombres piadosos realizaban en Sevilla, que entre otras cosas se dedicaban a dar cristiana sepultura a los cuerpos que el río Guadalquivir devolvía sin vida a la orilla y a los pobres desamparados, que había muchos, que aparecían sin vida por las calles de Sevilla y a los ajusticiados, que también había muchos y que nadie se quería luego ocupar de sus cuerpos vacíos. Pues bien, al poco tiempo de éste encuentro, tuvo un sueño que le ayudó a decidirse a ingresar como hermano de la misma.
   Imaginémonos la época, época de descubrimientos y piratas, de corsarios y nobleza dilapiladora, de pobres, muchos pobres que inundaban las calles y se repartían por todo el territorio español, muchos más pobres que ricos, como ahora. Pues bien, en ésta época de damas y nobleza surge nuestro bienhallado D. Miguel Mañara, época también de grandes caballeros como el imaginario Capitán Alatriste, y de grandes e ilustres personajes que dedicaron una gran parte de su vida a los demás, con un espíritu piadoso y combativo al máximo, y así fue éste segundo camino el que siguió nuestro protagonista, dedicándose en cuerpo y alma a los más necesitados.
   Al principio ejercía de Diputado de entierros y limosnas, lo cual le permitió descubrir y apreciar las terribles condiciones en las que vivían los pobres que transitaban por las calles sevillanas. Este descubrimiento de las miserias humanas condujo a nuestro personaje a tomar parte de las actividades que realizaba la Hermandad. Un año después de entrar como hermano, propuso en el Cabildo del 9 de Diciembre de 1663 un conjunto de ideas para afrontar ésta situación de desprotección y organizar un local donde recoger por las noches a los pobres que vagaban por las calles de la capital sevillana. Esto significaba la creación de un Hospicio, idea que aunque fué bien recibida se salía de las posibilidades económicas de la Entidad.
   Poco después fué nombrado hermano mayor, y fué desde éste estrado, en el tercer Cabildo que presidió como hermano mayor, el 17 de Febrero de 1664, donde planteó de nuevo su idea, ya como algo más concreto, una labor que organizaría y llevaría a cabo con el trabajo y la participación de todos los hermanos de la congregación. Esto llevaría primero a la creación del Hospicio que posteriormente se transformaría en el "Hospital de la Santa Caridad".
   En los primeros años de la obra D. Miguel se dedicaba, al frente de la Hermandad, a socorrer al pueblo de Sevilla de las grandes calamidades que en aquella época la acechaban, así fué reconocido por las gentes más sencillas como un personaje generoso y entrañable. Acudía a sofocar los estragos de los desbordamientos del río Guadalquivir, repartiendo toda clase de limosnas, también era un periódo de escasez y de hambruna y de epidemias que asolaban los territorios de nuestra España, y donde podía estar acudía nuestro D. Miguel para socorrer a las víctimas y desamparados.
   Pues bien, éste era el personaje que D. Antonio Machado escogió como ejemplo de seductor, también influyó en el poeta que algunos críticos del romanticismo aludieran a éste personaje como el verdadero hombre en el que se fijaron Tirso de Molina o Zorrilla para la creación de sus Don Juanes, el de "El burlador de Sevilla" o el "Don Juan Tenorio". Esta hecho fué debido, en parte, a que D. Juan también tuvo una conversión tardía tras la muerte de Dña. Inés, que muere por su culpa, de alguna manera también la muerte de Dña. Jerónima condujo a D. Miguel a su transformación piadosa y religiosa. Además, también influyó que al principio del S. XIX hubo un movimiento en favor del proceso de Beatificación de nuestro protagonista, pero el ambiente de anticlericalismo que en aquel entonces existía en los ambientes liberales llevó a que se buscaran todo tipo de excusas para impedirlo o buscar todo tipo de trabas, así se dirigieron al propio testimonio de D. Miguel Mañara, que como muchos historiadores han dicho es más bien una confesión autoflagelante tópica de los tiempo que se vivían, más que una descripción de auténticos sucesos. Esta confesión es la siguiente:

" Yo, don Miguel Mañara, ceniza y polvo, pecador desdichado, pues lo más de mis logrados días ofendí a la Majestad altísima de Dios, mi Padre, cuya criatura y esclavo vil me confieso. Servía a Babilonia y al demonio, su príncipe, con mil abominaciones, soberbias, adulterios, juramenteos, escándalos y latrocinios; cuyos pecados y maldades no tienen número y sólo la gran sabiduría de Dios pueda numerarlos, y su infinita paciencia sufrirlos, y su infinita misericordia perdonarlos. Y yo que escribo esto (con dolor de mi corazón y lágrimas en mis ojos confieso), más de treinta años dejé el monte santo de Jesucristo y serví loco y ciego a Babilonia y sus vicios. Bebí el sucio cáliz de sus deleites e ingrato a mi señor a su enemiga, no hartándome de beber en los sucios charcos de sus abominaciones."

   Pues bien, fue ésta proclamación de su autor la que condujo al jurado que decidía sobre su posible beatificación a oponerse a la misma, y a otros a nombrarlo como ejemplo de seductor y burlador.

   Así se escribe la historia.

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