Hace ya 9 años

Hola a todo el mundo. Hoy es un día especial y triste para mi. Hoy hace ya la friolera de 9 años que se moría mi padre en una habitación de Torrecardenas en Almería, y quiero dedicarle estas líneas. Uno no sabe muy bien lo importante que es una persona hasta que se pierde. Y eso me ha pasado con mi padre (siempre le llamé padre, nunca papa, tal vez en alguna ocasión simplemente pa, no se por qué: si por respeto o por una impalpable distancia que nos alejaba, tal vez porque vivió en otra época, mucho más dura, más sacrificada, llena de obstáculos y tal vez eso le hizo menos cariñoso, más prosaico en sus reacciones de cariño y reacio a aproximarse a las personas que le rodeábamos; y además está el hecho de que los hijos, por regla general, castigamos mucho a nuestros padres por todo, porque no queremos ser controlados, por necesidad de sentir independencia, o por que seguimos siendo niños y damos pataletas constantes y por todo. La verdad es que tan sólo es una conjetura, nunca sabré por qué le llamaba padre). Entre todos los recuerdos que me llegan a la memoria, como imágenes antiguas, amarillentas por el tiempo, hay dos que recuerdo con más cariño: En una recuerdo que jugaba un torneo de ajedrez, del que mi padre tenía varias copas en casa, a él le gustaba mucho el ajedrez y tal vez yo, para ganarme su cariño, aprendí a jugar y me dediqué a estudiar y entrenar con las partidas que aparecían en la sección de pasatiempos del periódico, sólo para llamar su atención. Pues bien, recuerdo un torneo donde me apunté, de salida KaroKan (creo que se llamaba) y mi primera partida era contra el número 4 de Almería (vamos, un profesional comparado conmigo que era la primera vez que me apuntaba a algo así). Y recuerdo los nervios de sentarme y darle la mano a mi contrincante (yo tendría 15 ó 16 años), bajar el botón del reloj, ese reloj con dos caras, silencioso, en el extremo de la mesa, y yo con una página donde tenía que apuntar los movimientos, y que no tenía ni idea de lo que debía apuntar... y entonces llegaron varios amigos míos, que habían venido a ver la partida y llegó mi padre, vamos, no lo esperaba allí ni en pintura, y yo creo que aquello me estimuló aunque me puse más nervioso. La verdad es que al final gané la partida, y me dió la enhorabuena, y cuando salía oí a mi adversario como hablaba con otros jugadores que le preguntaban que qué le había ocurrido, que como había podido perder contra un novato, y como él les contestaba:"es que no había entrenado mucho esta salida", vamos, como si yo hubiera estado toda la vida jugandola... El segundo recuerdo que tengo de mi padre pertenece a un video de estos antiguos, yo tendría unos 3 ó 4 años, y se le ve jugando conmigo en una calle de Adra, el pueblo donde vivía la familia de mi madre, y se le ve como me apunta con un dedo y hace el amago de un disparo y yo caigo fulminado a la calle entre las risas de todos, talvez esa fué la única vez que jugué con mi padre, es gracioso, verdad. El resto de recuerdos o es de discusiones, o de sus últimos meses, le recuerdo con su enfermedad ya avanzada, que vinieron mis primos a verle y le recuerdo sentado en su habitación, hablando con ellos, y como les comentaba que yo me estaba portando muy bien con él, tal vez como nunca lo había hecho, y me dió por llorar, creo que murió un par de semanas después. Pues bien, ese día llegó hace 9 años, al menos vivió el cambio de siglo, aunque no pudo ver como España volvía a ganar la Eurocopa (y mira que le gustaba el futbol); también vió como su At. de Madrid hacía el doblete, y yo me hice del Bilbao para no ser del mismo equipo que él... y ahora me he vuelto colchonero, verás papá, no te lo creerías... Le he llamado papa, y me están saliendo lágrimas, pues no seré tonto. Bueno, pues siento que te fueras, siento que no pudieras conocera mis hijos, pero que sepas que les hablo mucho de tí, les digo que hubieras sido un gran abuelo, que los hubieras cogido entre tus manazas y los hubieras levantado en peso, y que hubieras jugado con ellos a dispararles con un dedo hecho pistola. Y les digo que les hubieras querido mucho... tal vez más de lo que me quisiste a mí, o tal vez no, nunca lo sabré. Eso es lo que más siento, de verdad, que no conocieras a los peques, pero les hablo mucho de tí... Papa, te lo debía, te debía el llamarte papá, a veces me lo preguntaste, ¿por qué no me llamas papá? pues si te soy sincero nunca lo supe, tal vez para hacerte rabiar, no lo se, y ahora lo siento, por eso, aunque ya sea un poco tarde, pero no quiero recordarte como padre, prefiero hacerlo como papa.

Comentarios

Francisco Ortiz ha dicho que…
Te leo con un un puño cerrado en el estómago: menudo texto dedicado al padre, a tu padre: de los que no se olvidan. Y leerlo aquí, como en un libro, sólo hace que engrandecer su figura, que hacerlo más vivo. Es un homenaje sincero, cálido y tremendamente humano: como tú eres, amigo. Lamento su pérdida. Lamento no haberlo sabido en su momento: el cambio de ciudad seguramente tuvo la culpa.
Por otro lado, recuerdo perfectamente su voz grave, algo impersonal, cordial y seria al contestar cuando llamaba a tu casa. Era una voz con magnetismo, misteriosa. Y se intuía a un hombre digno de ser conocido. Lo conocí, hablé quizá un minuto con él, y el magnetismo siguió vivo.
Yo tampoco le olvidaré nunca. Carlos.
Un abrazo.
Carlos Espinar ha dicho que…
Gracias Paco. Una de las cosas que más caracterizaban a mi padre, como tu muy bien has explicado, era su humanidad, sobre todo para mi era muy humano, y personalmente muy especial. Sin duda las diferencias en las relaciones siempre existen, incluso entre amigos, pero entre padres e hijos como que se suelen dar con más frecuencia, por la diferencia de edad y sobre todo porque los padres tienen que ejercer de ello. Pero por supuesto eso no quita para que les echemos mucho de menos cuando faltan, sobre todo en esos momentos que estoy con mis hijos y me preguntan por él, porque ya van sabiendo, van conociendo, se van dando cuenta de las ausencias, y mi padre dejó una ausencia en mi vida que ahora se refleja en las suyas, en sus fotografías, en sus conversaciones, en mis historias...
Gracias Paco, un abrazo.

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